El jardinero y su flor
Tipo de Relato: Cuento
Género: Drama
Autor: Javier Campos
Este será mi último viaje, espero así puedas lograr un nuevo renacer. Tuve una revelación, y ya quiero acabar con la frustración de la vida mediocre que estoy llevando. Ya me pesa demasiado. Alicia, jamás me perdonarás, pero lamento mucho haberte abusado por tantos años. Todavía me duelen tus patadas y las cicatrices que me dejaron tus uñas bien marcadas. Y bien merecido mi castigo, si es que así puedo llamarlo por ser tan poco en comparación a todo el sufrimiento que te he hecho soportar.
Esta carta léela como si viniera del más allá. Justo ahora me encuentro mirando tu fotografía… dulzura, emoción, una llama hay en tus ojos y puedo sentir que ese fuego todavía me quema. Veo subliminales sugerencias llenándome de ciega esperanza. En ese momento éramos felices. Pero dentro de mí estoy muriendo, la factura de mis errores me carcome, y estoy juzgando mis intenciones suicidas con la mente, para que no me detenga el corazón. Veo en la lógica una respuesta clara, pero el corazón me pone un velo. El momento para acabar con mi vida ha llegado. Solo así un hálito de muerte quedará grabado en el recuerdo de cada una de mis acciones y mi viejo revólver será quien testificará mi macabra resolución. Sin juicios ni mortificaciones me olvidarás y a mis errores…
Te voy a dejar de herencia mi casa y su jardín. Has lo que quieras con ella, destruye sus paredes, puedes rasgar nuestras pinturas, desflorar sus margaritas, te doy permiso de hacer lo que quieras, incluso profana mi tumba, si es que quieres, te doy el lujo después de muerto. Debajo de las rosas hay una fortuna, así que ten cuidado con las espinas, ¡pero lúcrate, lúcrate bien de mí!, ve y hazlo. Así como me aproveche de ti y de tu rico abdomen.
Ayer me encontraba en casa de mis padres, tú sabes que los odio, pero no podía dejar de verlos sabiendo que iba a acabar así, por supuesto que me desquité con ellos. Aprovechando la nostalgia, escribía historias e imaginaba mundos que serían imposibles. Mundos donde mi padre era sobrio y mi madre no lloraba por las discusiones. A veces, eran un poco más felices porque mi hermana no tenía que vender su cuerpo… Estaba inspirado, soñando despierto, obrando con la poesía viva y en directo, alejándome de la realidad con cada palabra. Luego tuve un sueño profundo, tan hermoso como para quedarse por siempre, y tan aterrador como para no dejarme escapar… un sueño que cada vez se alejaba más de la realidad, un sueño que buscaba una respuesta directa en lo sutil, ¡y era tan gentil!, aunque… en lo profundo contenía facetas de dolor. El sueño era de dos flores, y esta fue mi revelación.
Una de las flores era la que cultivaba dentro de mí. Lloraba con el rocío de sus pétalos cada mañana, pero otros pétalos no lloraban, pues estos se habían marchitado con el tiempo. Aunque hermosa, me arruinaba con sus espinas, me golpeaba directo al corazón. El rocío limpiaba las heridas, rejuvenecía mi piel, pero algunas heridas eran tan graves que marchitaba pedazos de mi alma, y con lágrimas no se podían curar. ¿Pero cómo curar la culpa, el pasado, los traumas y los miedos?
Esta otra flor eres tú. Nació de la semilla producto de tantas promesas, su tallo ahora está hueco, pues las promesas eran vacías. La cuidé con mis manos, la regué con agua de manantial, la aboné con el fruto de mis virtudes, y para desechar lo malo, con tijeras la podé. Te cuidé como si fueras mi bien más preciado.
Te amé tanto como para darte cientos de besos, compartiendo el rocío de nuestros labios. Te amé porque me hacía bien, y he aquí mi primer error: me adueñé de la flor, me pertenecías, no te iba a dejar ir, cumplir con tus sueños. Te amaba tanto que te celé, y no dejé que te apartaras, estabas bajo mi control, estaba loco por tu amor.
Y te llené de esperanza, la misma esperanza que me da ver tu fotografía ahora, pero que aquella vez te la ofrecí vestida con mentiras. Muchas veces te aboné sin ternura, lastimando tus raíces, y el abono no nutría. Te dañé con tantos tóxicos, gases y pesticidas, que ya tu carita no aguantaba más ojera, ni lágrima, ni sol. Ese “abono” era mi verbo.
El vacío de mis virtudes es real. Ya no las tengo, pues tú eras las mías. Sin ti soy un patético hombre que no puede jactarse de su doncella. ¿Qué si viste en mí el talento de la poesía? No lo creo, nunca lo vi como un don o algo así, pues la vida en sí misma es el origen de la poesía. Que la poesía se halle en todos lados no la hace tan especial. Tampoco en nuestro camino escribí nada bueno, más bien marqué lúgubres senderos cuya emoción fue enaltecerse de amor para terminar con remates de temor, como un beso antes de una humillación, por ejemplo. Y mis habilidades describieron actos de ineptitud, dependencia a sentimientos egoístas y la hipocresía que contradecía la idea del lenguaje lírico que tanto disfrutaba escribir. Se ha deformado mi buen gusto, ese néctar que tanto te encantaba.
En mi sueño, ¡también soy el jardinero, y mi arma es la tijera! Cortaré lo malo de mi flor, te podaré vida mía, te salvaré muriendo. Sé qué hace tiempo tus sentimientos ya no me acompañan en cuerpo y alma. Cuando abusaba de ti corriste muy lejos, refugiándote en pensamientos felices que con el tiempo fueron distorsionados por mi rostro. Sé que en mi ausencia hallaste el descanso en los brazos de otro del cual me ocultaste todo, y lo comprendo, pues yo también te oculté ante todos, y a su vez te destruí, Alicia, como un monstruo, para que vivieras solo conmigo. No tengo la conciencia tranquila sabiendo que te hice tanto mal, pero este sueño culmina en un mundo en el cual yo no existo, y este pensamiento no me dejará descansar hasta que termine con mi muerte. Ya no sé lo que es real.
Estas palabras: “No puedo ofrecerte bienes materiales, mas tú podrías ser mi más grande tesoro”, ¿las recuerdas? Fue cuando te besé un otoño, viendo las hojas de los árboles caer. Esas hojas doradas las sentí como si fueran láminas de oro puro lloviendo sobre mí. Me hacía sentir un aire de superioridad. A partir de ese momento te vi como a un trofeo, mi pertenencia de mayor valor, mi más grande tesoro... Entonces mezcle el egoísmo con amor, lo pisotee con mi orgullo, lo forcé con pasión desmedida, conseguí que marchitara cada pizca de ese valor que me tenías porque empecé a verte con los ojos de la lujuria. Estas son las consecuencias de forzar el amor.
Ahora que lo pienso, esta escena cuando todo lo nuestro comenzó, presagiaba mi final, que irónico, el otoño es la culminación de una era para comenzar una nueva etapa de la vida, y hoy termina la que te oprimía tanto en mis brazos. Lo reitero, espero que logres renacer, Dios y el Diablo quieran que yo me halle luego en el Infierno. Estaré jugando barajas con la forma de tu cuerpo, recordando tu nombre y sufriendo mi martirio. Intenta ser feliz ahora que se van mis manos opresoras. Adiós vida mía, adiós…
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